La educación como industria del deseo
Hoy en clase hemos reflexionado sobre el texto de Joan Ferrés, perteneciente a su libro "La educación como industria del deseo. A continuación expondré un resumen del texto y una breve reflexión que incluye mi experiencia personal con respecto a este tema.
Resumen
Se podría afirmar que la mayor parte de la gente se mueve por las emociones, y que son pocos los que se mueven por ideas. Muchos docentes estarían de acuerdo, sin embargo, esto no es cierto: todos nos movemos por emociones, y quienes parecen moverse por ideas en realidad siguen la pasión por esas ideas. Esto determina la disposición de las personas a hacer cosas, y trasladado al ámbito educativo se puede afirmar que hay más preocupación por los contenidos que se deben trasmitir, que por la disposición de quien los debe asimilar.

Según Freud hay dos grandes pulsiones que nos llevan a actuar: el miedo y la libido (también entendida como el deseo de estimulación y logro); en palabras del neurobiólogo Panksepp existe un área cerebral llamada seeking que al activarse nos estimula a actuar por algo. El cerebro emocional es la fuente de energía que nos lleva a movilizarnos. Este cerebro emocional es resultado de la configuración genética y la experiencia individual.
Educar etimológicamente significa sacar de dentro, desarrollar o hacer crecer, y muchas veces son los medios de comunicación los que cumplen esta función, en lugar de los docentes que no ven su responsabilidad de crear ánimo y deseo en sus alumnos, es decir, en hacer que se implique. Creen que solo deben explicar correctamente y dejar que el alumno sea el que se esfuerce sacando de sí mismo esa motivación.
La motivación es la base de la educación, al igual que la lucha contra el yamiké (concepto de J. Garriga Puig) a través de la comunicación persuasiva. "No se trata de decir cosas. Se trata de conseguir que la gente sienta estas cosas, que le resuenen por dentro, que le movilicen" y esto es responsabilidad de los docentes.
En conclusión, no se trata de hacer prevalecer las emociones sobre la razón, sino de conciliar ambas para que una sirva de motor a la otra, y sirva de herramienta y mediación en el desarrollo integral de la persona.
Reflexión
Desde mi punto de vista, la pasión es algo que se puede contagiar, y ante un mismo contenido la reacción es completamente distinta si se trasmite ese gusto y esa actitud positiva ante lo que se está haciendo, que si simplemente se impone como una obligación que oprime a quien debe cumplirla.
La segunda es una actitud, por desgracia, muy habitual a lo largo de la vida académica, en la que esforzarse tiene como recompensa poder quitarse de encima esas materias y contenidos amplios, agobiantes y que hay que memorizar para lograr una buena calificación.
Partiendo de mi propia experiencia, me gustaría exponer un caso que en particular me parece muy representativo de esta reflexión a la que invita el texto de Ferrés. Es el caso de la educación en un conservatorio de música. Un lugar así está repleto de personas apasionadas por la música, que dedican su vida a ella y que pasan horas y días incansablemente frente a partituras e instrumentos, con los que son capaces de trasmitir emociones de todo tipo e incluso contar historias, a través de melodías, canciones y ritmos de la percusión.
Sin embargo, hay personas allí que llegan y se van sintiendo que aquello no era para ellos y que han "fracasado" o que no tienen las capacidades necesarias para dedicarse a ello. Durante muchos años yo misma sentí que mis esfuerzos no merecían la pena. En un principio se me daba bien sin casi tener que hacer nada, y este es el punto en el que muchos comienzan a apasionarse por sí mismos y dedican horas de ensayo para mejorar o por mero placer. Sin embargo esto no ocurrió conmigo, porque ni yo mostré la disposición para dedicar mi tiempo a ensayar, ni los enfados de los profesores y su desmotivación me sirvieron para levantarme y seguir, y así fue como de las buenas calificaciones pasé a los suspensos en un año. Los profesores que veían alumnos que no se esforzaban se dedicaron a dinamitar por completo las ganas de seguir allí de sus alumnos, haciéndoles ver que ese no era su mundo, y así fue como yo y algunos de mis compañeros terminamos dejando algo que en un principio nos gustaba, pero que había dejado de tener buenos resultados.